Como hacer que un hombre vuelva arrepentido

El poder del arrepentimiento

Por ello, creemos que el bautismo es uno de los medios milagrosos de la gracia (otro es la Palabra de Dios escrita o hablada), a través del cual Dios crea y/o fortalece el don de la fe en el corazón de una persona (ver Hechos 2:38; Hechos 22:16; 1 Pedro 3:21; Gálatas 3:26-27; Romanos 6:1-4; Colosenses 2:11-12; 1 Corintios 12.13).

Los términos que la Biblia utiliza para hablar del comienzo de la fe incluyen “conversión” y “regeneración”. Aunque no pretendemos entender completamente cómo sucede esto, creemos que cuando un infante es bautizado Dios crea la fe en el corazón de ese infante.

Creemos esto porque la Biblia dice que los infantes pueden creer (Mateo 18:6) y que el nuevo nacimiento (regeneración) ocurre en el Bautismo (Juan 3:5-7; Tito 3:5-6). Por supuesto, la fe del bebé aún no puede ser expresada o articulada verbalmente por el niño, pero es real y está presente de todos modos (véase, por ejemplo, Hechos 2:38-39; Lucas 1:15; 2 Tim. 3:15).

Los luteranos no creen que sólo los bautizados de niños reciban la fe. La fe también puede ser creada en el corazón de una persona por el poder del Espíritu Santo que actúa a través de la Palabra de Dios (escrita o hablada).

Señales de verdadero arrepentimiento

Recientemente, una mujer buena y fiel que conozco resultó gravemente herida en un accidente de coche. Entre sus lesiones había costillas y vértebras rotas. Parte de su rehabilitación requería que llevara un corsé en la espalda y el cuello para que no pudiera moverlos. El corsé parecía muy incómodo. Pero era necesario. Proporcionaba la condición a través de la cual su espalda y su cuello podían sanar.

El arrepentimiento es como ese corsé. Cuando pecamos, nos lesionamos el alma, y se necesita un tratamiento divino para sanarnos de nuevo. El arrepentimiento proporciona la condición que permite al Salvador, mediante el poder de la Expiación, sanarnos (véase 3 Nefi 9:13). Si alguna parte del arrepentimiento no es cómoda -como un corsé en una espalda rota- debemos arrepentirnos de todos modos.

El presidente Dieter F. Uchtdorf, Segundo Consejero de la Primera Presidencia, enseñó “El verdadero arrepentimiento nos hace volver a hacer lo que es correcto. Para arrepentirnos verdaderamente debemos reconocer nuestros pecados y sentir remordimiento, o pena piadosa, y confesar esos pecados a Dios. Si nuestros pecados son graves, también debemos confesarlos a nuestro líder autorizado del sacerdocio. Debemos pedirle a Dios que nos perdone y hacer todo lo posible por corregir el daño que nuestras acciones hayan causado. El arrepentimiento significa un cambio de mente y de corazón: dejamos de hacer cosas que están mal y empezamos a hacer cosas que están bien. Nos aporta una nueva actitud hacia Dios, hacia uno mismo y hacia la vida en general”.1

7 pasos de arrepentimiento

La fe en Jesucristo lleva naturalmente al arrepentimiento. Ha habido necesidad de arrepentimiento en el mundo desde el tiempo de Adán hasta el día de hoy. El Señor instruyó a Adán: “Enseña, pues, a tus hijos que es necesario que todos los hombres, en todo lugar, se arrepientan, o de ninguna manera podrán heredar el reino de Dios, porque ninguna cosa inmunda puede habitar allí, ni morar en su presencia” (Moisés 6:57).

Venimos a la tierra con el propósito de crecer y progresar. Este es un proceso que dura toda la vida. Durante este tiempo todos pecamos (ver Romanos 3:23). Todos tenemos necesidad de arrepentirnos. A veces pecamos por ignorancia, a veces por nuestras debilidades, y a veces por desobediencia voluntaria. En la Biblia leemos que “no hay hombre justo en la tierra que haga el bien y no peque” (Eclesiastés 7:20) y que “si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros” (1 Juan 1:8).

¿Qué es el pecado? Santiago dijo: “Al que sabe hacer el bien y no lo hace, le es pecado” (Santiago 4:17). Juan describió el pecado como “toda injusticia” (1 Juan 5:17) y “la transgresión de la ley” (1 Juan 3:4).

Por qué es importante el arrepentimiento

El problema que observo es que muchas veces los cristianos tienen una dificultad continua para perdonar a quienes les han hecho daño. La tensión puede durar muchos años aunque sigan intentando perdonar. Frecuentemente asumen que hay algo malo en ellos por ser duros de corazón y por no tener amor. Se culpan a sí mismos por no ser capaces de perdonar a los demás. Tal vez estos cristianos que no perdonan están tratando de hacer algo que Dios no les ha llamado a hacer. Tal vez el perdón unilateral es realmente imposible en ausencia de una condición necesaria para el perdón.

Parece que se suele hablar del perdón como algo básico en la fe y la práctica cristianas. En contraste con los no cristianos, una capacidad claramente evangélica en las relaciones personales es la idea cristiana del perdón, como en esta definición:

“El perdón es el borrado de una ofensa de la memoria; sólo puede ser efectuado por la persona ofendida. Una vez erradicada, la ofensa ya no condiciona la relación entre el ofensor y el ofendido, y se restablece la armonía entre ambos”[1].